Reproducimos una nota de Ernesto Palacio, publicada en "La Nueva República", contestando una apreciaciòn de Leopoldo Lugones:
Estimado Señor y amigo:
El número anterior de
La Vida Literaria
trae una breve nota suya sobre “El Nacionalismo” que merece una contestación igualmente breve. Se refiere Ud. en ella a un nacionalismo argentino que sería ––según dice–– “precipitada imitación de una mala cosa europea”, y la emprende bravamente contra él en nombre del “patriotismo cordial”.
Como no existe en el país otro nacionalismo doctrinario que el proclamado por el gru-po de la N. R., al cual me honro pertenecer, no cabe duda que el ataque viene dirigidocontra nosotros. Así lo hemos tomado y así lo ha comprendido todo el mundo, no obs-tante las deformaciones que nuestro pensamiento ha sufrido a través de su interpreta-ción personalísima.
Porque el caso es que Ud. se ha fabricado un fantasma para gritarpeligro. Y a no ser por la circunstancia de que somos los únicos en usar el calificativo de nacionalista, nadie habría atribuido a nuestras personas de carne y hueso los atribu-tos fantásticos con que nos viste su fecunda imaginación.
Le agradezco en nombre propio y de mis compañeros la lección sobre la patria quepretende darnos cuenta cuando dice que “la patria no es un partido”, sino “la realidadesencial que condiciona la vida entera de una agrupación humana”. Pero ya que de lecciones se trata (a juzgar por el tono) habríamos deseado palabras más claras y más precisas. Que el patriotismo y el nacionalismo son cosas distintas ya lo hemos dicho nosotros infinidad de veces en las columnas de la N. R. y de
La Nación,
pero tratando deespecificar honestamente la diferencia.
Diferencia que consiste simplemente en esto: el nacionalismo, si bien fundado en el amor a la patria, supera el plano puramente sentimental para transformarse en la doctrina del bien de la patria. Es, pues, un fenómenointelectual. Es superior al patriotismo en cuanto la inteligencia es superior al sentimien-to: pero no, como Ud. afirma la “exageración” del patriotismo.
Consiste en saber quées lo que conviene y tratar de realizarlo.
Su mayor o menor exasperación depende de lamayor o menor intensidad de los peligros que amenazan la nación. No se explicaría suexistencia en épocas de calma. Es eventual y defensivo. Discutir sobre su legitimidad sería lo mismo que reprochar a un hijo inteligente que tuviese un conocimiento claro de los remedios que convienen a la madre enferma y fundado en él combatiese al hermano “cordial” pero imbécil empeñado en abandonarla en manos de los curanderos.
Lo del “estado de odio” es, pues, pura leyenda. No podrían atribuirse sin mala fesentimientos de odio al hijo del ejemplo por defender con uñas y dientes la salud de su madre, aunque golpease al hermano o en último extremo lo encerrase.Tal es el caso de los diversos nacionalismos. Con dichos procedimientos extremos,que usted llama “anárquicos”, el nacionalismo italiano ha logrado salvar a su país ame-nazado por la peste roja: cosa que Ud. (supongo) no se atreverá a negar.
Lo de “precipitada imitación de una cosa europea”, ¿no le parece que convendríamejor a sus tentativas fascistas? Nosotros, por el contrario, tratamos de entroncar en la tradición del país y mantenernos en el terreno de nuestras instituciones, por lo cual siempre hemos rechazado enérgicamente la confusión entre sus doctrinas y las de la N. R.,argumento predilecto de nuestros adversarios.
Le agradecemos, pues, que haya hechoUd. también de su parte para evitar que dicha confusión continúe.
Saludo a Ud. con la mayor consideración y amistad
Fuente: La Nueva Repùblica,
21-7-1928
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