Por Alberto Buela
Introducción
Hace unos años lo
llamé a La Plata donde vive a Pedro Barcia, hoy presidente de la Academia
argentina de letras para pedirle si, como la editorial Emecé estaba editando
las obras de Lugones, podía hacer el estudio introductorio a El Payador o a Los Romances de Río Seco, pero muy gentil y chispeante como es
Barcia, me dijo que no, porque él era el encargado de ello según se había
comprometido por contrato con la editorial.
Los libros salieron y
el comentario de Barcia quedó como un comentario profesoral pero se le
escaparon la infinidad de detalles criollos, que Lugones por serlo genuinamente
los conocía y los utilizaba, y Barcia no.
Voy a poner un solo
ejemplo, porque es un tema que domino, habida cuenta que soy presidente de la
Asociación argentina de taba y algo del tema debo conocer.
En el poema XI: las carreras se relata una partida de taba, que Lugones con
genialidad magistral refleja los mínimos detalles de la trampa y los ardides.
El mozo, cuya es la
taba,
cuando espera juega
más,
pues, con licencia de
ustedes,
será culera nomás.
Pero el cura que no
toma
las pullas con que lo
asedia,
maliciándose el
recurso
la tira de vuelta y
media.
En estas dos breves
estrofas, sobre las que el ocurrente y simpático profesor Barcia no dice nada,
Lugones dice todo sobre uno de los juegos más gauchos y criollos que tenemos
los argentinos, uruguayos, paraguayos, chilenos y bolivianos, anque en Centroamérica.
La taba es un juego
de destreza que se juega en forma individual pero respetando el campo desde
donde se tira y así de hecho se forman dos conjuntos pero cada uno corre el
riesgo de su apuesta.
Estas son al tiro y a
la espera. Si uno va al tiro es porque confía echar suerte y si va a la espera
es porque apuesta a que el rival eche “culo o chuque”.
Las tabas culeras son
las cargadas y se usan para esquilmar a los novatos, a aquellos que no saben o
no tienen la baquía necesaria en el manejo de la taba, pues la tiran girando o
“de roldada”. Pero estas tabas tramposas nada pueden hacer ante un jugador
avezado pues este utiliza la destreza criolla del juego.
Así la taba se puede
tomar solo de dos formas con la suerte para arriba y la punta para adelante: en
este caso se tira de dos vueltas para que caiga clavada. O, con el culo para
arriba y el hacha o filo de la taba para atrás: en este caso se tira de vuelta
y media para que caiga clavada. En estos únicos dos casos no hay taba culera
que valga, la destreza puede más que la trampa y el tramposo.
En estos días mi
querido editor Eugenio Gómez está por sacar una nueva versión de El Payador de Lugones, le solicité
realizar el estudio introductorio pero me dijo que ya se había comprometido con
el reconocido profesor de literatura clásica y tanguera Alfredo Fraschini.
Ojalá que pueda hincarle el diente a Lugones, aunque nosotros lo dudamos, porque para comentarlo con cierta profundidad
el requisito es, antes que profesor de literatura, ser criollo y conocer de
adentro el mundo gaucho. Porque eso fue, antes que nada, Lugones.
Las tres interpretaciones básicas del gaucho
El primero que en la
literatura argentina realiza una interpretación del gaucho es Sarmiento en el Facundo (1842) en donde sostiene que en
Argentina conviven dos tipos de hombres, aquellos del siglo XII, los gauchos, y
aquellos del siglo XVIII, los ilustrados. El gaucho representa la barbarie y
los ilustrados la civilización, por lo tanto la disyuntiva principal de la
Argentina es: Civilización o barbarie. Sarmiento
se inclina por la civilización y recomienda “no
economizar sangre de gauchos”. Esto es, la eliminación lisa y llana del
gaucho y todo lo que él representa.
Treinta años después
en 1872, en pleno gobierno de Sarmiento, José Hernández entrega la primera
parte del Martín Fierro en donde va a realizar la apología del gaucho y su
mundo. Su libro produce dos interpretaciones: la de los liberales y
conservadores que continúan con la interpretación sarmientina de desprecio al
gaucho y su poema, y la de Lugones, que es la que vamos a tratar acá.
La tercera
interpretación nos llega desde la izquierda, que en su conjunto, reacciona
contra la hermenéutica lugoniana sosteniendo, falsamente, que el gaucho de
Lugones, manso y obediente, está al servicio de la oligarquía y que el
verdadero gaucho, el gaucho malo y rebelde es el Juan Moreira de Eduardo
Gutiérrez. O todos los sucedáneos que vinieron después: Mate Cocido, Bairoletto
o el Gaucho Gil.
Desde la filosofía,
los mejores de los filósofos argentinos, han intentado interpretaciones del gaucho.
Así, entre otros, tenemos a Luis Juan Guerrero con Tres temas de filosofía en las entrañas del Facundo (1945), Carlos
Astrada lo hizo en El mito gaucho (1948),
Nimio de Anquín con Lugones, y el ser
americano (1964), Rodolfo Kusch en La
negación en el pensamiento nacional (1975)
Esquema del Payador
El libro es editado
en 1916 pero nace a partir de una serie de seis conferencias sobre el Martín
Fierro dictadas en el teatro Odeón de Buenos Aires a la que asistieron el
presidente de la República Roque Sáenz Peña,
el único presidente argentino herido en combate, y todos sus ministros.
Se compone el libro
de diez capítulos titulados: I La vida
épica, II el hijo de la pampa, III
A campo y cielo, IV la poesía gaucha, V la música gaucha, VI
el lenguaje del poema, VII Martín Fierro un poema épico, VIII el telar de sus
desdichas, IX la vuelta de Martín Fierro, X el linaje de Hércules.
En el capítulo
primero define los poemas épicos como expresiones de la vida heroica de un
pueblo, trayendo numerosos ejemplos clásicos en defensa de su tesis. Así
extiende la genealogía del Martín Fierro hasta Homero y Hesíodo.
En el capítulo dos: el hijo de la pampa, va a sostener su principal tesis sobre el
gaucho afirmando que “allí donde la
conquista española fracasó fue el gaucho el héroe y civilizador de la Pampa”.
El principal obstáculo que ofrecía la Pampa fue su vaga inmensidad lo que
creaba una falta de objeto para la expediciones lanzada sobre ella.
El único que pudo
contener con eficacia a la barbarie del indio fue el gaucho, un producto típico
de la Pampa:“ni tan español ni tan
indio”.
En el capítulo tres
afirma que no obstante su aporte a las guerras de la Independencia, en las
guerras civiles y a la guerra al malón ,
y su aporte para diferenciarnos de España con personalidad propia, el gaucho
tiene que desaparecer porque “es un bien
para el país que así sea”. Aquí Lugones deja entrar por la ventana, la idea
de progreso, que había sacado por la puerta.
En el capítulo cuarto
sostiene que la poesía del Martín Fierro tanto en forma de recitado o payada
llega a nosotros a través de los trovadores provenzales. Ese es su noble
linaje. La poesía gaucha como la de los griegos no es producto de la
imaginación creadora sino reflejo de las afecciones del alma y las inclemencias
del destino. “El octosílabo es el idioma
mismo, estéticamente hablando”. Y sus juegos antes que el interés de la
ganancia estaban signados por el honor del triunfo.
El capítulo quinto se
ocupa de la música gaucha afirmando que la música de los gauchos, fundada en la
guitarra (“el más precioso elemento de la
civilización” ), fue siempre inseparable del canto y la danza. La
preferencia por los instrumentos de cuerda (guitarra, arpa y violín) hizo que
la música gaucha se preocupara por el ritmo que vincula música, poesía y danza,
como sucedió con la música de los antiguos griegos. Y esta fue la causa por la
que fue superior a la de los romanos que era de viento.
En el capítulo sexto
viene a afirmar que América a través del lenguaje gauchesco va creando una expresión
y lengua propia con base en el castellano. La despreocupación literaria de
Hernández pone por escrito el mismo idioma que estaba en la boca. Lo que
nosotros americanos hacemos con la lengua es restaurar para la civilización lo
perdido por España a través “del
castellano paralítico de la Academia”.
En el capítulo
séptimo, luego de desmitificar a todos los autores gauchescos anteriores: al
peluquero Hidalgo quien imprimió a su poesía la descosida verba de su oficio. A
Ascasubi que no tenía de gaucho sino el vocabulario con frecuencia absurdo. A
del Campo con su composición una parodia del gaucho “una criollada falsa de gringo fanfarrón que anda jineteando la yegua de
su jardinera”. A Echeverría y Gutiérrez que pecan de romanticones. Va a
sostener su tesis principal: Martín Fierro es el campeador del ciclo heroico de
las leyendas españolas, personificando la vida heroica de la raza argentina con
su lenguaje y sentimientos más genuinos. “Martín
Fierro es un poema épico”.
En el capítulo octavo
comenta “la ida”, la primera parte del poema, donde se relatan las desgracias
que determinaron la vida errante del héroe. La civilización hostil al gaucho
está representada por el gobierno de Sarmiento contra quien se alza López
Jordán en cuyas filas militaba Hernández. Mientras que la época de esplendor
del gaucho fue la del gobierno de Rosas, pues él mismo era gaucho. Lo escribe
de un tirón en ocho días y el autor se agota en su propio poema.
El capítulo noveno
nos viene a hablar de “la vuelta”, en donde el poema se transforma en una
descripción de grandes cuadros realizada por diversos personajes (Fierro,
Vizcacha, Picardía, los hijos de Fierro). El poema pierde fuerza al hacer literatura
de precepto o lección de moral. No obstante afirma Lugones: “mi fe inquebrantable en que todo lo que dice
el poema es verdad”.
Por último en el
capítulo décimo titulado “el linaje de Hércules” sostiene que el Martín Fierro
hunde sus raíces en Hécules, el antecesor de los paladines y el gran liróforo
del panteón griego, pasa luego por la poesía latina, se refugia en la Provenza,
su trova pasa a España en su guerra con los moros y de allí a América y se
radica en la Pampa. Y termina afirmando un verdadero pacto social en donde las
clases altas o gobernantes aceptan la cosmovisión gaucha: “Felicítome por haber sido el agente de una íntima comunicación entre la
poesía del pueblo y la mente culta de la clase superior; que así es como se
forma el espíritu de la patria”.
Las perlas de Lugones
Un comentario genuino
del Martín Fierro requiere como conditio
sine qua non el ser auténticamente criollo y estar contra la corriente, y
esto fue Leopoldo Lugones. El más criollo de los comentaristas y el mayor
disidente. Y eso lo queremos poner de manifiesto en este apartado a través de
las afirmaciones y comentarios que hace el autor cordobés.
La Pampa, ese
“vértigo horizontal”, al decir de Drieu la Rochelle en su vaga inmensidad nos
muestra que en los montes que no cantan los pájaros al amanecer es porque el
agua está lejos.
Las razas sin risa
como la del indio nunca gozaron de la vida y solo copiaron del blanco el
carnaval donde se salpicaban con sangre, utilizando los corazones de las reses
como pomos.
A pesar de la
profusión de guitarras en los hogares criollos que los indios saqueaban nunca
la adaptaron, solo el despreciable chillido cuadraba a sus gustos musicales.
De los incendios
desbastadores y gigantescos de la Pampa solo se sale prendiendo fuego (contra
fuego) donde uno quiere quedarse o tapando la cabeza del caballo con un poncho
mojado para lanzarlo en su cruce.
El campo es tan lindo
que no da ganas de hablar. “con solo
descansar sobre tu suelo, ya nos sentimos pampa, en pleno cielo”.
La música es el
timbre de honor más alto para una raza. “y
cuando los últimos residuos de la influencia cristiana y haya desaparecido la
incrustación escolástica que aun nos paraliza, (la música) nos reintegrará en
su armoniosa continuidad a la civilización interrumpida por veinte siglo de
servidumbre”. La influencia de Nietzsche es aquí manifiesta.
La taba caracterizada
por movimientos y actitudes dignos de la escultura.
El ritmo fundamental
del cual todos proceden es el que produce nuestro corazón con sus movimientos
de diástole y sístole: el ritmo de la vida. Los salvajes y los niños limitan a
esto su música, así el primer elemento musical es tetramétrico. El paso militar
y el tambor que lo acompasa consisten en eso, en la misma repetición.
El paso de los
caballos es tetramétrico lo que explica que muchos caballos sin ser enseñados
marchen al ritmo del tambor. El primer múltiplo de cuatro engendra el
octosílabo que es el verso más natural y popular.
Los seis versos de
las estrofas coinciden con las seis cuerdas de la guitarra y en los
acompañamientos criollos, generalmente la sexta, suena libre como el primer
octosílabo sin rima en aquella. Esto es un verdadero hallazgo que revela el
producto genuino de una inspiración naturalmente acorde con los medios
expresivos. Inventada por los payadores, aquella estrofa no existe en la
poética oficial. Su instinto de poetas, hubo de sugerirles como a los
trovadores del ciclo provenzal, grandes inventores de ritmos, por idéntica
razón, esa simetría en cuya virtud cada cuerda habla en cada verso como
acabamos de advertirlo.
El tema rítmico
representa el sexo masculino y el melancólico al femenino.
Nuestros gauchos
prefirieron los instrumentos de cuerda (guitarra y violín) por sobre los de
viento.
Ningún criollo jinete
como el protagonista del Fausto monta
en caballo overo rosado: animal siempre despreciable cuyo destino es tirar el
balde en las estancias o servir de cabalgadura a los muchachos mandaderos.
La crítica al Martín
Fierro. ¿Cómo dijo la muy estulta y trafalmeja, y amiga del bien ajeno? ¿Qué
eso no era obra de arte?. En la modestia de los grandes finca el entorno de los
necios.
Caballos babosos son
aquellos que se enfrenaron por primera vez en día nublado o frío y se olvidaron
de salarle el freno.
¡La política! He aquí
el gran azote nacional. Todo lo que en el país representa atraso, miseria,
iniquidad, proviene de ella o ella lo explota, salvando su responsabilidad con
la falacia del sufragio.
Los caballos del
indio se dejaban montar solamente por la derecha, por el lado del lazo, pues a
semejanza de las tropas romanas, así subían los indios apoyados en la lanza para
saltar. Las narices de los yeguarizos eran sajadas para que absorbiesen más
aire en la carrera.
Como todos los
valientes nuestro gaucho experimenta la sensación del miedo antes de la pelea y
no la oculta.
Los negros son
gritones en la pelea y su voz estridente parece guañir (grito de los lechones)
cuando se irritan.
El gaucho canta y
baila en público pero ama y llora en secreto.
La esgrima de las
boleadores era desconcertante y terrible. Las tres piedras y las tres sogas
servían a la vez, cubriendo ventajosamente la guardia. La bola más pequeña o
manija, asíala el guerrero con los dedos de su pie izquierdo desnudo. Una de
las dos mayores, tensa en su cordel, manteníala con la mano izquierda a la
altura de la cabeza. La tercera quedaba floja y colgando en la mano derecha,
con la que venía a ser el elemento activo del combate. Obligado a retreparse
(echado hacia atrás) para aumentar la tensión de aquella cuerda, el indio
acentuaba en su fiero talante la impresión del peligro. Ambas las manos
combinan sus movimientos para disparar el doble proyectil; y todavía si se
descuidaba el adversario. Bastábale aflojar de de golpe la manija, que con la
tensión iba a dar en la pierna de aquél, descomponiendo su firmeza. Así era
difícil entrarle con el cuchillo, mientras no se lograra cortarle una de las
sogas.
En la pelea la
respiración anhelosa, que absorbe los labios como un rictus de agonía, era el
detalle más importante de semejantes luchas. Quien ha presenciado el fenómeno
(se ve que Lugones lo presenció), difícilmente lo olvidará: la expresión de la
boca determina toda la fisonomía de la fiera.
Para asar la carne la
ensartaban los gauchos en una estaca o
en un fierro y no en esos asadores modernos “tipo cruz” para deslumbrar a los
turistas.
Epílogo
Hoy que el
indigenismo está de moda, escribir sobre los gauchos y el mundo criollo suena a
contracorriente. Y probablemente lo sea. Pero eso no es óbice para dejar de
hacerlo. Sobre todo para aclarar algunos puntos oscuros o de sesgada
interpretación.
Rosas, que sin dudas
fue gaucho, sostenía que “los indios son
primos hermanos nuestros”. Es decir, plateaba la convivencia entre criollos
e indios. Es la ideología liberal que se instala después de Caseros (1852) que
adopta el lema norteamericano: el mejor
indio es el indio muerto.
El mundo criollo a
través de la figura del gaucho fue el instrumento adecuado para derrotar al
indio, quien había inventado a través del malón, la forma de vivir sin trabajar.
Al ser el gaucho un hombre
de dos mundos: el desierto y campaña, y en los dos se movía como pez en el
agua. Esa doble pertenencia hizo del gaucho el héroe del desierto cuando lo
lanzaron a combatir. Vale la pena leer cómo lo busca y le corta todos los pasos
Saturnino Torres a Baigorrita. Como lo vence con las mismas armas y con menos
tropa. Durante semanas lo sigue, casi sin dormir ni comer, hasta la cordillera
impidiéndole el paso a Chile.
Lleva la íntima
convicción de luchar por la libertad y por la redención de su circunstancial
enemigo. Lo derrota, lo cura, lo monta a caballo, Baigorrita se tira al piso,
se arranca los vendajes y le pide que lo mate.
Hoy vemos con pena en
el alma como el progresismo socialdemócrata interpretando interesada e
ideológicamente trastoca los hechos históricos ciertos y le resta todo mérito transformando al gaucho en verdugo, en
empleado de la oligarquía porteña, en instrumento de dominación del
imperialismo. Cuando al gaucho se puso la patria a sus espaldas.
Como se nota que
estos carajos ilustrados no tienen un solo muerto de su familia en el desierto.
Que nunca han podido participar ni siquiera de una fiesta criolla. Que jamás
han dormido bajo la estrellas a campo traviesa. Que no se han sentado en su
vida en un matungo. Ni pensar en arreos, yerras y trabajos de campo. El lazo
que conocen es la soguita para llevar de paseo al perro y los bichos más
salvajes sólo los vieron en el zoológico, nunca sueltos y libres en el campo.
Hoy en la época del
bicentenario es perentorio, como lo era en la del Centenario de Lugones,
recuperar los valores que alimentaron el alma gaucha:
1) el sentido de la
libertad,
2) el de la justicia,
3) el valor de la palabra,
4) el orden objetivo
de las cosas
5) el sentido teleológico del obrar (obrar en vista a fines) y
6)
el sentido trascendente de la vida.
El Martín Fierro, tal
como nosotros le hemos respondido al querible Rodolfo Kusch, tiene una
propuesta concreta para la redención Argentina y lo afirma específicamente, y a
tres niveles: a) A nivel de propuesta: debe
el gaucho tener casa, escuela, iglesia y derechos.
b) En orden al método
o camino: pero se ha de recordar para
hacer bien el trabajo que el fuego para calentar, debe ir siempre desde abajo
(el pueblo) y c) A nivel de conducción: Hasta
que venga un criollo a esta tierra a
mandar.
Kusch va a sostener
la típica tesis de la izquierda que afirma que el gaucho feliz no existió nunca
sino el gaucho malo o perseguido: “La
buena vida del gaucho antes de ser perseguido pareciera ser un estereotipo de
un paraíso perdido que no es tal, ni nunca existió” (p.103). Esto no es
cierto, porque cuando dice M.F. yo he
conocido esta tierra en que el paisano vivía y su ranchito tenía y sus hijos y
mujer, era una delicia ver como pasaba los días, se refiere estrictamente a
la época de Rosas. El poema del Martín Fierro es un pensamiento situado y eso Kusch no lo ve.
No compartimos,
además, su proposición final cuando sostiene “Fierro... no nos dice en qué consiste la redención argentina” (p.108).
En nuestra opinión lo dice, y explícitamente, y a tres niveles: a) A nivel de
propuesta: debe el gaucho tener casa,
escuela, iglesia y derechos. b) En orden al método o camino: pero se ha de recordar para hacer bien el
trabajo que el fuego para calentar, debe ir siempre desde abajo (el pueblo)
y c) A nivel de conducción: Hasta que
venga un criollo a esta tierra a mandar.
Sáenz Peña fue un patriota y de los mejores que
hemos tenido. Fue, lo que se dice, un caballero español siendo él tan
argentino. Se opuso abiertamente tanto al contubernio como a Roca y renunció a
la candidatura a presidente para dejar lugar a su padre, Luís Sáenz Peña.
Militó toda su vida en
el autonomismo, el partido de Adolfo Alsina, que fue lo mejor, lejos, que tuvo
la provincia de Buenos Aires en toda su historia. Luchó contra el fraude y a
favor del voto universal y secreto,
que durante su presidencia salió por ley. Esta ley que
luego permite el acceso, por primera vez, de las masas populares al poder con
Irigoyen en 1916. Fue el único presidente argentino herido en combate pues
luchó en la Guerra del Pacífico (1879-1883) a favor del Perú. Triunfó en la
batalla de Tarapacá y fue el último combatiente del Morro de Arica. Cuenta el
mismo oficial chileno que lo tomó prisionero que no lo fusila, como a los otros
prisioneros, porque fue el único que no suplicó por su vida. Herido y preso en
Chile, tuvo que amenazar el propio Sarmiento, que era presidente, con ir a la
guerra si no lo liberaban a él y al presidente cautivo de Perú, García Calderón
y su familia. Sáenz Peña fue un guapo y un valiente, fue un criollo a pie firme
que defendió a los criollos y su mundo como lo hizo con la sucesión de la
familia de Ciríaco Cuitiño, el cuchillero de Rosas. Sucesión que era una brasa
ardiente y que ningún abogadito cagatintas se animaba a tomar por temor a la
represión desde el poder.
Promulgó la ley de
colonización de tierras, que habilitó a miles de inmigrantes a poseerlas a
través del arriendo previo. Era, en forma paulatina, la manera de quitarles
algo de tierras a los terratenientes de la época. Hoy las tierras argentinas,
17 millones de hectáreas están en manos de extranjeros, y el resto en las manos
de los Eskenazi, los Eltszain, los Werthein y toda la paisanada. Si hasta un
rabino de Nueva York acaba (9/8/10) de comprarse 200.000 hectáreas en Catamarca
por 600 mil pesos=150.000 dólares.
Pero sigamos. Sáenz
Peña crea en 1884 la revista Sudamérica
de ideas americanistas donde defiende la tesis de la Liga Latina (otra vez la tara
de “la latinidad” que Sáenz Peña comparte). Viaja como representante argentino
al congreso panamericano de Washington de 1890 donde se opone a las propuestas
de Estados Unidos de crear una aduana y una moneda única para todo el
continente y se niega a hablar en inglés, idioma que conocía a la perfección. A
la doctrina Monroe de “América para los americanos” contrapone su “América para
la humanidad”. En 1907 participa de la Segunda Conferencia de Paz de la Haya y
allí sostiene la posición a favor de la creación de un tribunal internacional
de arbitraje.
Durante su presidencia
algunos de sus ministros fueron Indalecio Gómez, Miguel Scalabrini Ortíz, José
María Rosa, Carlos Ibarguren, Eleodoro Lobos, José Luís Muratore. ¿Dónde un
gabinete como este?.
Obligó a este gabinete
y a él mismo, dentro de los festejos del centenario, a concurrir a la serie de
seis conferencias sobre el Martín Fierro y la identidad de los argentinos que
dictó Leopoldo Lugones en el teatro Odeón en mayo de 1913. ¿ Qué presidente hoy
va a una conferencia a aprender?.
Existe una página
extraordinaria de Sáenz Peña que trae ese gran pensador americanista y
antiimperialista como lo fue don Manuel Ugarte, en su libro El destino de un continente que dice
así:
“La raza latina (como dijimos antes, toda la generación del
centenario se creyó el verso francés de la raza latina) atraviesa, sin duda, momentos de oscuridad y de abatimiento, que
contrastan con su pasada grandeza histórica; pero el eclipse es transitorio y
la raza que ejerció la soberanía del mundo, difundiendo su aliento poderoso en
la inmensidad de los mares y en las regiones desconocidas e ignoradas, ha de
recuperar algún día el abolengo de sus energías, de sus iniciativas, de sus
empresas y de sus glorias, moviendo los resortes de la voluntad que son
atributos de esa alma que Edmond Demolins (educador francés que exaltó el
influjo de la educación inglesa) quiere
cambiar por otra, sin recordar que ella ha inspirado el heroísmo, la gloria y
la grandeza: exploraciones, inventos, artes y ciencias que no son patrimonio
del anglosajón y que forman el opulento inventario de la raza latina. La Liga
latinoamericana es una concepción que se percibe fecunda y provechosa en los
acontecimientos del futuro: ella fue acaso para nuestras repúblicas amorfas, en
los días dudosos en que fuera concebida por Bolivar; pero no lo será en el
porvenir, como no lo sería hoy mismo, definida como está la soberanía de las
naciones, sobre la base de un respeto recíproco. Dentro de estos organismos,
cabe políticamente la unidad de destinos y de pensamientos, como cabe la
solidaridad de los principios que deben defender las naciones de este
Continente, ya que un derecho de gentes
especial aspira a presidir su
evolución”
La tesis de Sáenz Peña
es que dado que nuestros Estados ya están consolidados podemos ahora(en 1912)
no solo crear una Liga Latinoamericana sino, sobre ella, “un derecho de gentes
especial”. Que sería aquello que le permitiría, antes que nada, construir un
gran espacio geopolítico común y tener voz propia dentro del concierto del
mundo.