martes, 20 de marzo de 2012
BALANCE DE MEDIO SIGLO DE TEORÍA Y POLÍTICA MONETARIA*
Por Walter Beverragi Allende
1-Recapitulación
Desde la Gran Crisis Mundial hasta nuestros días ha transcurrido medio siglo. En nuestro breve análisis retrospectivo de los capítulos precedentes, hemos podido observar, a grandes rasgos, el curso de los acontecimientos en lo tocante a teoría y política monetaria.
La teoría cuantitativa tuvo, precisamente hasta la Gran Crisis, una primacía incuestionable y sus proposiciones prácticas, basadas esencialmente en la neutralidad monetaria y en un prudente manejo de la tasa de interés como instrumento estabilizador de la actividad económica, dentro de un marco de sostenido crecimiento, sufrió en aquella oportunidad un revés irreparable.
Las innovaciones keynesianas no llegaron a cuestionar los pilares básicos de la teoría cuantitativa, tan sólo se limitaron a profundizar algunos aspectos analíticos y a promover ciertas modificaciones en la política económica, en especial por vía del gasto público y con vistas, primordialmente, a combatir la deflación y el estancamiento.
Al promediar los años 1950 -y el medio siglo a que nos estamos refiriendo- surge el monetarismo, un planteo que tampoco difiere con los lineamientos básicos de la teoría cuantitativa; antes bien, parece reivindicarla, oponiéndose a las innovaciones keynesianas, pero que en materia de política monetaria aparece decidido a restaurar una "ortodoxia clasicista", reafirmando la necesidad de estabilizar el contingente monetario, dejando libradas a la "oferta y demanda" de dinero la evolución de las tasas de interés y minimizando nuevamente el rol de la política fiscal.
Podemos afirmar así que el rasgo común a todos los enfoques derivados de la teoría cuantitativa, por consiguiente, y a la vez elemento distintivo frente a nuestra teoría cualitativa, es el de proponer en todos los casos y en última instancia, la confrontación global de los agregados monetarios (o masa monetaria), por una parte, y de la suma de bienes y servicios (o transacciones en ellos), por la otra.
Nuestra teoría cualitativa se opone a esa "globalización" de magnitudes, sean ellas "moneda" o "producto", y propugna, en el plano teórico, una identificación del destino cualitativo de las unidades monetarias y una "parcialización sectorial" que confronte las inserciones de dinero, por una parte, y su resultado productivo, sean "bienes" o "servicios", por la otra.
De esta proposición teórica, que nosotros formulamos han de derivarse importantes implicancias en lo tocante a política monetaria, según podrá advertirse en los próximos capítulos. Pero antes de adentrarnos en ese tema, creemos pertinente formular una somera referencia a los resultados prácticos que se han derivado de la tesis monetarista, que es la realmente vigente en el "mundo occidental" y que ha suplantado -dentro del contexto general de la teoría cuantitativa- a las proposiciones keynesianas y aún, desde luego, a la que Friedman llama "posición inicial" de aquella teoría.
Consideramos indispensable este análisis, pues de sus resultados habrá de colegirse o no la procedencia de un verdadero replanteo de la teoría y la Política monetaria, como el que proponemos nosotros.
2- El monetarismo en la Argentina
Comenzaremos por aclarar que nosotros no inculpamos a Milton Friedman por todas las calamidades que se han derivado y se derivan diariamente, para muchos países, de las estrategias monetarias atribuidas, con razón o sin ella, al monetarismo. Es muy posible que muchas de esas calamidades se deriven de tácticas y maniobras (de grupos interesados) que nada tienen que ver con las proposiciones monetaristas.
Pero si tal inculpación ocurriera, Milton Friedman deberá, en última instancia, asumir la responsabilidad, aún por aquello que no es estrictamente derivado de su preceptiva o de la de su "Escuela de Chicago". Por dos razones fundamentales.
Primero, porque el mismo Friedman dice que "lo que importa para el mundo de las ideas, no es lo que pueda ser cierto, sino lo que sea considerado como cierto".
Y con la ambigüedad de sus proposiciones, él ha dado lugar a que, en último análisis, cualquier proposición atribuida -con razón o sin ella- al monetarismo, "sea considerada como cierta".
En segundo lugar, porque el Prof. Milton Friedman se ha prestado, en todo tiempo y en todas las latitudes, a una propaganda tan exagerada, en favor de sus proposiciones monetaristas, que todos tenemos el derecho de suponer que, más que propuestas científicas, las suyas son tácticas integrantes de una "acción psicológica" de alcances, no ya nacionales, sino mundiales, a fin de servir propósitos que nada tienen que ver ni con la verdad científica ni con el bien común de la humanidad.
A partir de marzo de 1976, en Argentina, amparado por un gobierno militar y provisto prácticamente con la "suma del poder público", asumió el timón de la economía José Alfredo Martínez de la Hoz, quien -sin ser economista- dijo tomar como modelo las enseñanzas de Milton Friedman y acto seguido puso en práctica un programa decididamente ruinoso para el país y cuyos resultados ya están sobradamente en evidencia.
Por supuesto que el Prof. Friedman no sólo se abstuvo de negar su paternidad respecto del "Plan Martínez de la Hoz", sino que contribuyó de muy diversas maneras a darle su "espaldarazo", convenciendo a medio mundo de que, efectivamente, el aludido Ministro, audaz e improvisador sin límites, era un fiel discípulo de la "Escuela de Chicago". Cientos de públicaciones periodísticas así lo acreditan.
Como prueba de ello, bastará señalar que en 1977, la revista semanal más popular de Argentina publicó una entrevista con Milton Friedman, especialmente dedicada a consultarlo sobre los problemas de ese país y que dicho reportaje, ilustrado con abundantes fotografías del "premio Nobel", al que se califica como "una de las más grandes autoridades en Economía del mundo", ocupa nada menos que trece páginas de la aludida públicación.
*Extractado de "Teoría Cualitativa de la Moneda"
ERNESTO PALACIO Y EL NACIONALISMO
Reproducimos una nota de Ernesto Palacio, publicada en "La Nueva República", contestando una apreciaciòn de Leopoldo Lugones:
Estimado Señor y amigo:
El número anterior de
La Vida Literaria
trae una breve nota suya sobre “El Nacionalismo” que merece una contestación igualmente breve. Se refiere Ud. en ella a un nacionalismo argentino que sería ––según dice–– “precipitada imitación de una mala cosa europea”, y la emprende bravamente contra él en nombre del “patriotismo cordial”.
Como no existe en el país otro nacionalismo doctrinario que el proclamado por el gru-po de la N. R., al cual me honro pertenecer, no cabe duda que el ataque viene dirigidocontra nosotros. Así lo hemos tomado y así lo ha comprendido todo el mundo, no obs-tante las deformaciones que nuestro pensamiento ha sufrido a través de su interpreta-ción personalísima.
Porque el caso es que Ud. se ha fabricado un fantasma para gritarpeligro. Y a no ser por la circunstancia de que somos los únicos en usar el calificativo de nacionalista, nadie habría atribuido a nuestras personas de carne y hueso los atribu-tos fantásticos con que nos viste su fecunda imaginación.
Le agradezco en nombre propio y de mis compañeros la lección sobre la patria quepretende darnos cuenta cuando dice que “la patria no es un partido”, sino “la realidadesencial que condiciona la vida entera de una agrupación humana”. Pero ya que de lecciones se trata (a juzgar por el tono) habríamos deseado palabras más claras y más precisas. Que el patriotismo y el nacionalismo son cosas distintas ya lo hemos dicho nosotros infinidad de veces en las columnas de la N. R. y de
La Nación,
pero tratando deespecificar honestamente la diferencia.
Diferencia que consiste simplemente en esto: el nacionalismo, si bien fundado en el amor a la patria, supera el plano puramente sentimental para transformarse en la doctrina del bien de la patria. Es, pues, un fenómenointelectual. Es superior al patriotismo en cuanto la inteligencia es superior al sentimien-to: pero no, como Ud. afirma la “exageración” del patriotismo.
Consiste en saber quées lo que conviene y tratar de realizarlo.
Su mayor o menor exasperación depende de lamayor o menor intensidad de los peligros que amenazan la nación. No se explicaría suexistencia en épocas de calma. Es eventual y defensivo. Discutir sobre su legitimidad sería lo mismo que reprochar a un hijo inteligente que tuviese un conocimiento claro de los remedios que convienen a la madre enferma y fundado en él combatiese al hermano “cordial” pero imbécil empeñado en abandonarla en manos de los curanderos.
Lo del “estado de odio” es, pues, pura leyenda. No podrían atribuirse sin mala fesentimientos de odio al hijo del ejemplo por defender con uñas y dientes la salud de su madre, aunque golpease al hermano o en último extremo lo encerrase.Tal es el caso de los diversos nacionalismos. Con dichos procedimientos extremos,que usted llama “anárquicos”, el nacionalismo italiano ha logrado salvar a su país ame-nazado por la peste roja: cosa que Ud. (supongo) no se atreverá a negar.
Lo de “precipitada imitación de una cosa europea”, ¿no le parece que convendríamejor a sus tentativas fascistas? Nosotros, por el contrario, tratamos de entroncar en la tradición del país y mantenernos en el terreno de nuestras instituciones, por lo cual siempre hemos rechazado enérgicamente la confusión entre sus doctrinas y las de la N. R.,argumento predilecto de nuestros adversarios.
Le agradecemos, pues, que haya hechoUd. también de su parte para evitar que dicha confusión continúe.
Saludo a Ud. con la mayor consideración y amistad
Fuente: La Nueva Repùblica,
21-7-1928
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