Fragmentos del discurso pronunciado por Jordán Bruno Genta el 1° de Agosto de 1944 en
la inauguración de la Escuela Superior del Magisterio.
Maestras y maestros argentinos:
El principio de la soberanía nacional es exclusivo, porque fueron
exclusivos de nuestra comunidad los sacrificios y merecimientos necesarios para
conquistarla y sostenerla. Porque serán exclusivos de las generaciones presentes
y venideras los sacrificios y merecimientos necesarios para que continúe
existiendo sobre la tierra un linaje y un honor argentinos.
La soberanía nacional y exclusiva no sólo no es un obstáculo, como
pretende el pedagogo norteamericano Dewey, sino que es la condición
indispensable para la verdadera hermandad de los pueblos.
La soberanía nacional es "inmutable y eterna", ha dicho el primer ciudadano
de la República. Es la ley fundamental de los pueblos libres, donde se refleja
la justicia suprema de Dios; y ella no ha sido consagrada por el sufragio
universal, sino por el sacrificio de la sangre y de los trabajos infinitos de
los héroes de la nacionalidad y de las generaciones criollas que seguían
libremente las banderas levantadas por sus caudillos.
Y bien, no sería razonable, no sería congruente, proclamar de este modo tan
claro, limpio e inconfundible, el imperio de la Soberanía sobre todo lo nuestro,
sobre todo lo que nos pertenece y dejar al mismo tiempo que un espíritu
extranjero continúe dominando la formación de nuestros educadores y, por ende,
la educación de los niños y de los jóvenes argentinos.
Preciso es decirlo: la lucha decisiva contra la antipatria, la más
resistida y enconada, es la que la Revolución Restauradora libra por la
recuperación de la Escuela para la nacionalidad.
El liberalismo ateo y materialista, lo mismo que sus secuelas marxistas,
manejan armas sutiles y emplean los infintos recursos de la deslealtad para sus
fines. Incluso la buena voluntad y los mejores sentimientos pueden obrar y obran
lo contrario de sus nobles designios, si la inteligencia está confundida y el
equívoco domina. Lo que decide en la mentalidad que se ha estructurado en
nuestra formación son los hábitos intelectuales adquiridos , las tablas de
valores que ha ido decantando una larga y continuada influencia.
Por eso dice San Agustín: "que las prudencias son centinelas y ejercen una
diligentísima vigilancia, para que no seamos engañados paulatinamente por una
mala persuación que se introduce insensiblemente."
Obra del celo de estas prudencias es la Escuela Superior del
Magisterio.
Maestras y maestros argentinos:
No dudamos, no podríamos dudar, de vuestro patriotismo; reconocemos y
respetamos la labor abnegada de muchos de vosotros; pero es un deber perentorio
superar la mentalidad que informa nuestras escuelas normales bajo la funesta
influencia de la pedagogía extranjera, de los Spencer y de los Dewey.
Es urgente la rehabilitación de la inteligencia en el maestro normal por la
disciplina metafísica y teológica que la restituya al hábito de Dios y de las
esencias, a fin de que sepa distinguir, en todo, lo que es sustancial de lo que
es espurio, lo que es eterno de lo que es transitorio; a fin de que sepa
distinguir entre la verdadera libertad que nace de una difícil obediencia y las
falsas libertades que nacen de la infidelidad y del abandono; a fin de que no
confunda la mentida democracia que esclaviza al hombre a la masa con la genuina
democracia que respeta la dignidad humana y cuida el florecimiento en la
existencia de la esencial aristocracia del hombre, así como el imperio de la
justicia que da a cada uno lo que merece.
Se trata de reemplazar la historia falsificada de los doctores liberales,
antitradicional, antiheroica, que reniega de nuestros egregios orígenes
hispánicos y que se fundamenta en un explícito o implícito materialismo
histórico, por una historia verdadera, tradicional, heroica, orgullosa de sus
orígenes y animada por la vocación de grandeza nacional con que entramos en la
existencia soberana.
Se trata de infundir en el maestro normal la pasión de nuestra lengua
castellana, a fin de confirmarlo en la veneración del genio de la estirpe y de
que aprenda en los clásicos que la mejor poesía para niños es la más alta
poesía, la de los grandes y verdaderos poetas.
Se trata de que el maestro asuma conciencia lúcida y fervorosa de todo lo
que concierne a la defensa de nuestra soberanía, y que enseñe a sus niños que la
escuela argentina antes prepara para saber en la hora precisa que para asegurar
una vida tranquila y confortable; que el arado puede abrir el surco porque la
espada vigila.
La pedagogía extranjera para uso de coloniales nos dice, con Spencer, que
el fin de la educación es, principalmente, "la conservación directa e indirecta
del individuo". La pedagogía nacional para servir a la libertad argentina nos
recuerda el deber del ciudadano en estos espléndidos versos del Padre Leonardo
Castellani, inspirados por el gran poeta Péguy:
"Dichoso aquél que muere por su casa y su tierra.
Pero sin haber hecho dolo ni fuerza injusta,
Dichoso aquél que compra su tálamo de tierra,
Que compra con su sangre la cama eterna y justa.
Dichoso aquel que muere por la cosa solemne,
Aunque sea más chica que un granito de anís.
Dichoso aquel que muere para que siga indemne
La vida de un niñito, la gloria de un país.
Dichoso aquel que muere por la Cosa Perenne,
Por un Santo Sepulcro, Dulcinea, Beatriz,
O por un sol en campo de color cielo y
Lis."
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